Fue precisamente el año 1932 en el que Miguel Fisac supera su entrada en la Escuela de Arquitectura, cuando Antonio Flórez, en su discurso de ingreso a la Real Academia de Bellas Artes expuso el nuevo plan de estudios para los arquitectos. Resulta paradójico que este ilustre arquitecto al que no gustaba la dureza de los dibujos de su discípulo Fisac, fuera el autor de los edificios de la Residencia de Estudiantes de la calle Pinar que ocupan la mitad de la Colina de los Chopos, que después completaría tras la Guerra, Miguel Fisac, con el conjunto del C.S.I.C. Pero Flórez le pone difícil su progreso con un suspenso en el curso siguiente, ello a pesar de que en las asignaturas técnicas como Mecánica no encontrase problemas, aprobando Fisac a la par que su compañero y futuro especialista en estructuras Javier Lahuerta.
Ya en 1934 consigue aprobar el curso complementario en una promoción en la que sólo pasan diez alumnos, pues se ve acompañado por Cabrero, Rebollo, Peña, Rodríguez-Losada, Garrido-Serrano, Bastarreche, Fernández del Amo, Carbonell y Alustiza, quedando otros cien suspendidos entre los que se hallaban algunos personajes tan conocidos como Rafael Aburto o José Marcide. En el año siguiente, y al finalizar el curso, la escuela se traslada de la calle de los Estudios al nuevo edificio de la Ciudad Universitaria proyectado por Pascual Bravo, pero apenas llegó a tener uso por su rápida destrucción al estar situado en medio del frente de guerra. Cuando esta comenzó el 18 de julio de 1936 Miguel Fisac se quedó en Daimiel donde salvó la vida refugiándose durante un año en las cámaras del tejado de su casa familiar hasta que fue rescatado por Juan Jiménez Vargas, con el que se fugó cruzando España y atravesando los Pirineos, para incorporarse al bando nacional al mando del General Lahuerta, padre de su camarada Javier. En esos momentos intermedios de la contienda civil se reencontró con varios compañeros de estudios como Alejandro de la Sota, y con el grupo de la organización católica Opus Dei, al que se había unido en 1935 como socio fundador junto con otras personas como José María Escrivá, o José María Albareda.
Una vez acabada la guerra el 1 de abril de 1939, reanudó inmediatamente su carrera, volviendo al viejo edificio de los jesuitas de la calle de los Estudios, ya que la actual Escuela de Arquitectura no se pudo reabrir hasta 1942, el año en que Fisac se hizo arquitecto, junto a Francisco de Asís Cabrero, Javier Lahuerta, José Rebollo, José Luis Fernández del Amo, Luis Alústiza, Manuel Bastarreche y Javier Peña Peña. Con este grupo y bajo la tutela del catedrático de urbanismo César Cort, hizo su viaje final de carrera a Portugal, único destino posible para una Europa en guerra. Pero en esos tres años finales de su carrera, ya estuvo ensayando su trayectoria profesional en el estudio de Ricardo Fernández-Vallespín, con el que diseñó una puerta toscana y el salón de actos de la sede del C.S.I.C. de la calle Medinaceli, 4, y después el edificio del Instituto Torres Quevedo de la calle Serrano. También trabajó en el estudio de Pedro Muguruza dibujando perspectivas para la reconstrucción de la ciudad de Santander, junto con sus compañeros Francisco Cabrero y Rafael Aburto, y en coincidencia con el estudiante cinco años más joven Francisco Javier Sáenz de Oíza.
© Vicente Patón-Alberto Tellería
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