Fundación Fisac | El contexto profesional y cultural
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El contexto profesional y cultural

Arquitectos

 

En sus primeros contactos con la arquitectura, entre 1932 y 1936, en su época de estudiante, tuvo como profesor de dibujo a Antonio Flórez Urdapilleta, arquitecto innovador de las construcciones escolares de esos años, y como catedrático de urbanismo a César Cort, figura de transición entre el eclecticismo de filiación vienesa y un racionalismo estricto. En su entorno se relacionó con otros estudiantes que después han sido figuras clave de la arquitectura española contemporánea, como Alejandro de la Sota, con quien mantuvo una gran relación, Francisco de Asís Cabrero, José Luis Fernández del Amo, Javier Lahuerta, Rafael Aburto o José Marcide, todos ellos pertenecientes a la vanguardia arquitectónica que se produce durante los años cincuenta y sesenta.

 

Una vez acabada su carrera, en 1942, trabajó en el estudio de Pedro Muguruza, donde volvió a coincidir con Francisco Cabrero y Rafael Aburto, y con el todavía por esos años estudiante, Francisco Javier Saénz de Oíza. Y por los mismos años, colaboró en varios proyectos para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con Ricardo Fernández Vallespín.

 

 

Después, su independencia y personal visión de la arquitectura le alejaron de los círculos habituales de arquitectos y las élites académicas, aunque siguió atento a las obras de otros contemporáneos como Luis Moya, y mantuvo gran amistad con arquitectos como José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, habituales en sus tertulias familiares, además de mantener el contacto con sus antiguos compañeros compañeros, como se puede comprobar en la gestación de la iglesia de Vitoria, iniciada en equipo con Alejandro de la Sota aunque con proyectos diferentes, o en el proyecto para el concurso del Teatro de la Ópera de Madrid, de 1964, donde colabora con José Ramón Azpiazu y Felipe Lafita. Pero lo normal es que desarrolla su obra de forma aislada, prestando más atención a lo que se hacía en otros países, a través de sus múltiples viajes, que a lo que sucedía en España. Es conocida al respecto, la amistad que mantuvo con Richard Neutra, tras un viaje en el que conoció sus casas de Los Ángeles.

 

 

Artistas

 

La relación de Miguel Fisac con pintores, escultores y músicos, está ligada a sus propias obras, pues siempre buscó el contrapunto de la obra artística como medio de completar y cualificar lo arquitectónico. Ya empezó en la Capilla del Espíritu Santo, su primera obra, por incorporar los altorrelieves de Juan de Adsuara y los frescos de Ramón Stolz, pero en su deriva hacia unos lenguajes alejados del clasicismo la relación de artistas de la vanguardia de esos años que colaboraron con él se hace interminable. El escultor Carlos Ferreira hizo el famoso hombre apoyado de la fachada del Instituto Cajal, en tanto que Susana Polack ejecutó esculturas en ese edificio y en los murales exteriores de la iglesia del Teologado de Alcobendas. Jorge Oteiza es el autor de la escultura de Santo Domingo en la fachada posterior de la iglesia de las Arcas Reales en Valladolid y de otras figuras junto a la cruz, convirtiéndose este edificio en un muestrario de importantes artistas del momento, pues junto a Oteiza colaboraron José Capuz en las esculturas del altar, Susana Polack en varias figuras y mosaicos, Cristino Mallo en el Via-Crucis, Álvaro Delgado en las pinturas del retablo del oratorio, Antonio Rodríguez Valdivieso en los azulejos pictóricos de los comedores y José Mª de Labra en la vidrieras, con quien vuelve a colaborar en el Teologado de Alcobendas, aunque la vidriera principal a fondo de la nave se deba al vitralista austriaco Adolfo Winterlich. En la iglesia de Vitoria, en cambio, es Francisco Farreras quien realiza las vidrieras, y vuelve a colocar en el altar –como en Alcobendas- un estilizado Cristo del escultor Pablo Serrano, que hace además el Vía Crucis del muro derecho. Esta relación con Pablo Serrano se mantiene de por vida, pues sus crucifijos vuelven a aparecer en otras iglesias, como la de Santa Cruz de Oleiros en La Coruña, de 1967, y hasta en una de sus últimas obras -el mausoleo del naturalista Félix Rodríguez de la Fuente- vuelve a utilizar un grupo escultórico de este autor. Otro artista que protagoniza una de sus realizaciones más importantes es el escultor José Luis Sánchez, que realiza en 1966 el crucifijo y la escultura de Virgen con Niño que presiden el altar de la iglesia de Santa Ana en Moratalaz, y que en privado le modeló el busto en bronce de su perdida hija Anaïck. Otro escultor fundamental del siglo XX al que visitaba con frecuencia en sus viajes familiares a San Sebastián, era Eduardo Chillida -al que conoció a través de Pablo Palazuelo- que entonces iniciaba su carrera a partir de un contrato con la galería Maeght. También su interés por la pintura, cultivado en su juventud por sus innumerables visitas al Museo del Prado, le llevó a tener, además de con Palazuelo y otros pintores modernos, cierta relación con Daniel Vázquez Díaz, a quien visitó poco antes de su muerte.

 

En otra disciplina artística, es conocida su amistad con el músico Cristóbal Halffter, que incluso llegó a hacerle una cantata en memoria de su hija Anaïck, fallecida repentinamente a los seis años de edad. Esta  afición musical procedía en realidad de los años treinta en los que, tras su llegada a Madrid, se aficionó a los conciertos que entonces daba el maestro Enrique Fernández Arbós.

 

 

Escritores

 

El enlace del arquitecto con el mundo literario procede en parte de la vocación de escritora de su mujer, Ana María Badell, autora de novelas y cuentos muy valorados por la crítica. Esto puso en contacto a Fisac con los autores más prestigiosos de la generación de posguerra, y llevó a su propia casa del Cerro del Aire intensas tertulias presididas por Ana María y participadas por Pedro Laín Entralgo y Rodrigo Uría, amigos y en alguna ocasión, compañeros de viaje, Eugenio DOrs, Fernando Lázaro Carreter, Torcuato Luca de Tena, José García Nieto o Camilo José Cela, con quien les unía una estrecha amistad. Otros habituales de la casa eran José Luis Martín Descalzo, José María Pemán o Francisco Umbral.

 

Los críticos de arte también le fueron favorables en los inicios de su carrera, y personajes como José Camón Aznar, Enrique Lafuente Ferrari, o Víctor de la Serna, dedicaron significados elogios en el diario ABC a aquellas primeras obras de Fisac de los años cincuenta. Más tardíamente, las críticas y estudios sobre su obra van ocupando libros y revistas, pero suelen proceder del mundo especializado, aunque algún personaje como Juan Daniel Fullaondo tenga la doble cualidad de arquitecto y ensayista.

 

 

Científicos

 

Las inquietudes de Miguel Fisac alcanzaban por supuesto a ese conocimiento ligado a lo trascendente propio de los científicos, y le llevaron a encontrar lo más cercano a su idea espiritual en la ciencia moderna, de modo que Einstein, Planck y Heisenberg, le daban pautas para sus reflexiones de alcance universal, como también dedicaba especial atención al pensador austriaco del siglo XIX Jacob Lorber. No es de extrañar pues que entablara gran amistad con el científico que fuera fundador del C.S.I.C. José María Albareda, que le encargó algunas de sus primeras obras en el campus de la Colina de los Chopos. Y se puede entender que mantuviera una estrecha amistad con el doctor Gregorio Marañón, que ofició como padrino de su boda.

 

 

Políticos

 

Por último, entre los políticos se encuentran los nombres más dispares en cuanto a tendencias ideológicas, pues el matrimonio Fisac-Badell mantenía buena relación con Manuel Fraga Iribarne, pero también con Enrique Tierno Galván, y de forma aún más sorprendente, con Dolores Ibárruri, “Pasionaria”, a quien conocieron en un viaje a Rusia, y a quien dedicaron una prolongada relación epistolar durante sus tiempos del exilio.