Fundación Fisac | Capilla del Espíritu Santo – Biblioteca de la Sociedad Hispano-Alemana “Goerres”
15797
portfolio_page-template-default,single,single-portfolio_page,postid-15797,ajax_fade,page_not_loaded,,vertical_menu_enabled,side_area_uncovered_from_content,qode-theme-ver-16.1,qode-theme-bridge,disabled_footer_top,wpb-js-composer js-comp-ver-5.4.7,vc_responsive

Capilla del Espíritu Santo – Biblioteca de la Sociedad Hispano-Alemana “Goerres”

About This Project

Fue probablemente el científico y Secretario General del C.S.I.C. José María Albareda quien propuso a Fisac la conversión del Auditorio de la Residencia de Estudiantes en una iglesia, ya que esa institución había sido eliminada por el nuevo régimen, pasando sus edificios a convertirse en residencias para investigadores e internado del vecino Instituto Ramiro de Maeztu. Fue el primer edificio con el que se inició el nuevo campus científico, y el hecho de que fuera una iglesia expresa elocuentemente el espíritu de compromiso entre religión y ciencia que animaba al nuevo proyecto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El desaparecido Auditorium era obra de los arquitectos Carlos Arniches y Martín Domínguez que lo levantaron entre 1931 y 1933, con un lenguaje racionalista menos radical que el de sus edificios colindantes del Instituto y el Colegio Nacional Ramiro de Maeztu, pues la escueta traza en ladrillo se veía animada por la presencia de un claustro de arcos de medio punto con cierto sentido mediterráneo y metafísico. Sobre los muros del Auditorio y aprovechando hata tres metros sus partes bajas, levanta Fisac la Iglesia del Espíritu Santo transformando lo que era el salón en una nave longitudinal rematada en su extremo oeste por un torreón cilíndrico que aloja el presbiterio con el altar. Dado el problema de falta de hierro que afecta a España en esos años, se recurre a cubrir la nave con tres dy vedas baídas tabicadas de rasilla, que se apoyan cada una en dos arcos fajones y dos formeros construidos de hormigón armado con un criterio estricto de economía, pues de esta manera se evitaba la realización de contrafuertes excesivos. Dado que los muros ideados por Arniches y Domínguez no bastaban para soportar las cargas de la bóveda, se realizan los nuevos soportes distanciados de la caja perimetral para dejar un corredor de servicio a cada lado de la nave, mientras que una bóveda de cañón cubre el espacio correspondiente al atrio y el coro. A los dos lados del presbiterio, menos ancho que la nave, se aprovechan los espacios residuales derecho e izquierdo para encajar respectivamente una capilla dedicada a la Virgen y una pequeña sacristía. Toda la organización arquitectónica muestra una racionalidad espacial y constructiva propia de un arquitecto experimentado, lo cual es extraordinario en Fisac, dado que se trata de su primera obra individual, y de la primera vez que se enfrenta con el tema eclesial. Él mismo reconoce en su sistema compositivo la influencia de la arquitectura mozárabe, como también de Brunelleschi o del Juan de Herrera de la catedral de Valladolid, aunque una persona tan apasionada por la arquitectura y con una curiosidad inagotable, tenía tantos conocimientos y referencias como para poder ser auténticamente original. Se ha hablado de las similitudes de esta arquitectura con algunas obras del Günnar Asplund, pero este autor tan admirado por Fisac a partir de 1948 -año en el que visitó Suecia- le era aún desconocido, por lo que las similitudes sólo pueden ser las propias de un momento cultural en el que se está intentando de nuevo el salto a la modernidad a partir del clasicismo y sin la oposición frontal que hacían las escuelas alemana u holandesa. Es lo que le ocurre de forma paralela y casi en los mismos años a Luis Moya, arquitecto erudito que moderniza el clasicismo a base de investigar en las posibilidades de la construcción con ladrillo. El espacio interior que resulta del planteamiento de Fisac ya apunta las intenciones que desarrollará en sus futuras iglesias cuando habla de la arquitectura como “un trozo de aire humanizado”, y de los templos como “un trozo de aire sagrado” que envuelva a los fieles en una atmósfera tendente a la trascendencia. La luz va a ser el arma principal para conseguir esas intenciones, al concentrar la atención sobre el altar, oponiendo el aura de lo inmaterial a una materialidad constructiva expresada de forma directa y sincera. En esta primera obra, la luz se derrama a través de diez ventanales abiertos directamente sobre la cúpula, creando una atmósfera especial sobre el altar que se recorta por el arco toral que separa a la nave del presbiterio. Las pinturas de Ramón Stolz que decoran el tambor cilíndrico con algunas figuras en perspectiva sobre un enorme vacío celeste, y los altorrelieves de piedra blanca de Juan Adsuara que rellenan los tres lienzos frontales entre las pilastras de mármol rojo que rodean al altar, contribuyen a magnificar el lugar del misterio de forma calculada. Otros relieves en el altar, púlpito y confesionarios son del mismo escultor, así como las pinturas de las bóvedas y los diseños de las vidrieras, construidas por Mauméjean, se deben igualmente al pintor Stolz. En el exterior de la Capilla del Espíritu Santo, Fisac muestra un gran respeto por la obra de sus antecesores, y aunque modifica la situación y proporciones de huecos, mantiene la fábrica de ladrillo y la austeridad de líneas de la obra de Arniches y Domínguez, aunque adaptada al uso religioso mediante elementos simbólicos como el escueto frontón sobre la entrada principal, el óculo y el relieve de arquillos sobre esa misma puerta, o el estilizado campanario que se implanta en la fachada lateral. No obstante hay una nueva inclusión que se destaca claramente de la obra anterior y es el tambor cilíndrico del presbiterio, potente y austera construcción de ladrillo que muestra en su parte superior un suave apilastrado que recoge los diez ventanales que iluminan interiormente la cúpula. Esta sensibilidad con lo preexistente es aún más patente en la parte correspondiente a la edificaciones auxiliares del antiguo auditorio, donde prácticamente se conserva toda la traza exterior, incluidos los ventanales horizontales y las arquerías del claustro, que en 1947 ocupará y convertirá en la biblioteca Hispano Alemana “Goerres”, una de las primeras y principales muestras del Fisac “orgánico”, en su diseño del techo realizado con cerchas metálicas recubiertas de unas escayolas ondulantes que integran la iluminación de tubos fluorescentes. Es una solución sorprendente en ese momento y en ese lugar, que expresa resonancias del organicismo nórdico de Alvar Aalto, y que será el precedente del cuidado con que estudia los techos este autor, y un anticipo de los sistemas de techos de vigas-hueso que inventará veinte años más tarde. Tanto para la capilla como para la biblioteca, Fisac desarrolla una capacidad de diseñador de muebles y objetos que ya había iniciado en el Instituto Torres Quevedo, pero que aquí da lugar a piezas maestras como la serie de butacas “estructural” que anticipan una línea creativa, que aunque no haya tenido demasiada difusión a consecuencia de de la anémica industria nacional del sector del mueble, es tan importante como la producción arquitectónica. Esta obra de la Capilla del Espíritu Santo fué acogida con gran éxito en su momento y elogiada por críticos tan prestigiosos como los profesores José Camón Aznar y Enrique Lafuente Ferrari, lo que supuso un impulso fundamental en la carrera de Miguel Fisac hacia la construcción de iglesias y grandes edificios civiles.
© del textoVicente Patón-Alberto Tellería
© de los planos y fotos de época Fundación Fisac
Como autoría de las fotos actualesRamón Ruíz Valdepeñas
Date
Category
Guía-Obra Escogida