Fundación Fisac | Edificio Central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
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Edificio Central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Edificio Central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Edificio Central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas

Fecha: 1943
Dirección: C. Serrano 117. Madrid Ver en mapa
Estado: Integro
Accesibilidad:
Otros: tel. 91 5855000
Siendo todavía estudiante, Miguel Fisac empezó su andadura profesional trabajando con el arquitecto Ricardo Fernández-Vallespín en diversas obras como el edificio del Instituto Torres Quevedo, situado en los altos de la calle Serrano, muy cerca de la Colina de los Chopos donde en esos mismos años se estaba instalando el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (C.S.I.C.), organismo creado en 1939 como entidad dependiente del Ministerio de Educación Nacional, e impulsado por la mano del científico y religioso José María Albareda, primer director del Instituto Nacional de Industria y Secretario General del C.S.I.C. durante toda su vida, que había sido compañero de residencia de Miguel Fisac en la sede de la madrileña calle Ferraz en esos primeros años germinales de la organización católica Opus Dei en los que ya se anticipaba una alternativa cultural y política al entonces monolítico poder de Francisco Franco. El propio campus del C.S.I.C. fue encargado por el Ministro de Educación Nacional José Ibáñez Martín a Fisac en 1942, probablemente a instancias del propio Albareda, para completar el gran complejo de investigación que ya había iniciado en 1907 la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, presidida por Santiago Ramón y Cajal, sobre la meseta sur del lugar bautizado por Juan Ramón Jiménez como Colina de los Chopos, en los terrenos que fueron hasta 1916 del conde de Maudes. Antes de la Guerra Civil ya se habían construido allí dos edificios: entre 1927 y 1930 se levanta el Instituto de Física y Química, conocido como Fundación Rockefeller, de los arquitectos Manuel Sánchez Arcas y Luis Lacasa, y entre 1931 y 1933 el Auditorio de la Residencia de Estudiantes, de los arquitectos Carlos Arniches y Martín Domínguez. La dirección norte-sur que sigue la calle de Serrano ya había impuesto la orientación de estos edificios, que Fisac mantiene como límite norte de una futura plaza rectangular longitudinal con un eje monumental dominante este-oeste, al que se accederá por los propileos directamente abiertos a la calle de Serrano del que será el Instituto de Edafología, y cuyo fondo estará presidido por el edificio central del Consejo. La línea central del eje está ocupada por un estanque longitudinal con fondo de mosaico que representa el mundo submarino, y que remite en su posición a la admiración que este autor profesaba por la Alhambra y sus albercas, que reservaban a la divinidad el recorrido central y simbólicamente más importante al hacerlo impracticable a los mortales mediante una lámina de agua. Este interés universal de Miguel Fisac hace que su obra sea firme y decidida pero compleja en intenciones, porque la arquitectura del edificio del Consejo, encargado en principio a Ricardo Fernández Vallespín pero proyectado por Fisac, no tiene nada de hispanoárabe sino que está extraída del mundo clásico, y de su querido cinquecento -más apropiado para un edificio representativo- pero filtrado por la experiencia del EUR que en esos años se estaba construyendo en Roma y que él conocía por publicaciones. Como Fisac comentó alguna vez, vió un camino para modernizar el clasicismo estilizándolo, en la obra de los arquitectos italianos de la época, de los cuales cita a Moretti, Albini. Libera, Ponti y sobre todo, a Terragni, y aunque no mencione a Marcelo Piacentini o a Giuseppe Pagano que también debieron influirle con su obra despojada, monumentalista y metafísica, previa al EUR -como reconoce el crítico Kenneth Frampton en un artículo publicado en el número dedicado a Fisac de la revista AV. Sin necesidad de traspasar las fronteras, la Ciudad Universitaria de Madrid, construída durante los años treinta con obras como las facultades de Medicina de Miguel de los Santos, las residencias de estudiantes de Luis Lacasa o la propia Escuela de Arquitectura de Pascual Bravo, en la que Fisac había estudiado previamente a la Guerra Civil, debieron llamar la atención al joven arquitecto por su sentido realista en el que se combinan lenguaje moderno y funcionalidad con esquemas axiales y portadas clasicistas muy depuradas. También se puede reconocer en este edificio la intención de recoger la preexistencia en el lugar del edificio de Sánchez Arcas y Lacasa para la Fundación Rockefeller, con su pórtico de finas columnas inspirado en la arquitectura de las universidades americanas. El edificio del Consejo presenta una composición frontal simétrica de la que destaca un pórtico octástilo sobre una gran escalinata, formado por parejas de columnas corintias sin basa, que soportan un ático con frontispicio bellamente labrado en caracteres resaltados de letra Futura, en lugar de los tipos incisos clásicos romanos como ya estaban haciendo los arquitectos de Roma y Milán, mostrando la inscripción: FRANCISCUS FRANCO, / VICTOR INSTAURANDUM CURAVIT. / FRANCO INSTIGANTE A FUNDAMENTIS DICASTERIUM / FELICITER ERECTUM. Demuestra Fisac en la fachada de esta obra primeriza la serenidad y equilibrio que dejan entrever las dotes de un gran arquitecto. Los interiores del vestíbulo y el auditorio reflejan esa misma austeridad monumental aunque la planta se articule de forma más libre y sin otra simetría que la de las piezas centrales del vestíbulo y auditorio, pues el solar tiene una difícil forma triangular que él aprovecha con habilidad y pragmatismo. La construcción, en piedra de granito con recercados de huecos y partes ornamentadas en piedra blanca de Colmenar, y mármoles pulidos en el interior, es de admirable calidad y precisión, aunque los paramentos exteriores traseros que miran hacia los edificios de la Residencia de Estudiantes esten revestidos de un simple revoco liso, probablemente por razones de economía. En su momento esta obra tuvo un éxito similar al de la recién terminada Capilla del Espíritu Santo, pero a pesar de ello, Fisac no quedó satisfecho porque pensaba que el mundo del clasicismo era un capítulo cerrado de la historia e impropio para idear el paisaje social y tecnológico del siglo XX. Los italianos que habían inspirado a Fisac estaban probablemente pensando lo mismo, como inmediatamente se pudo ver en la década de los años cincuenta, pero no fue en Italia sino en el mundo nórdico donde Fisac encontró los datos que confirmaban su camino hacia una nueva arquitectura, que no era propiamente la de las vanguardias europeas de los años 20 y 30, sino algo más complejo y contextualizado y sin los apriorismos limitadores del primer racionalismo.
© del texto Vicente Patón-Alberto Tellería
© de los planos y fotos de época Fundación Fisac
Como autoría de las fotos actuales Ramón Ruíz Valdepeñas 

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