Fundación Fisac | Instituto Nacional de Óptica Daza de Valdés
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Instituto Nacional de Óptica Daza de Valdés

Instituto Nacional de Óptica Daza de Valdés

Instituto Nacional de Óptica Daza de Valdés

Fecha: 1948
Dirección: C. Serrano 121. Madrid Ver en mapa
Estado: Integro con pequeñas alteraciones
Accesibilidad:
Otros: tel. 91 5616800

 

En el lado norte del campus del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, levantó Miguel Fisac en 1948 el edificio para el Instituto Nacional de Óptica, entidad creada dos años antes bajo la nominación del científico renacentista cordobés Benito Daza de Valdés. Ocupa el hueco que dejaban entre sí los edificios de la Fundación Rockefeller y de la Capilla del Espíritu Santo, de forma que completa con su presencia todo el lateral de la plaza que se orienta al mediodía, pero en una posición retranqueada respecto a los dos edificios citados pues la disparidad de alineaciones y alturas entre ambos hacía imposible cualquier solución de continuidad en las alineaciones. Por otro lado, el volumen preexistente del edificio anejo a la capilla, reformado por Fisac como sede de la Biblioteca Hispano Alemana, impedía con su fachada lateral de grandes ventanales el adosamiento del testero oriental. Ambas circunstancias son aprovechadas para respetar la autonomía formal de cada edificio y crear además un pequeño ámbito o compás frente al nuevo instituto, que se concibe según un esquema clásico y simétrico de portada central mirando al campus y que además busca una relación con los edificios colindantes, especialmente con el Instituto Rockefeller de Lacasa y Sánchez Arcas. A pesar de su sentido compositivo de corte conservador, esta obra denota en muchos aspectos una voluntad de acercamiento a la entonces denostada modernidad, anticipando las obras de este autor en los años cincuenta.
Para empezar, el pórtico de acceso no es columnado sino que consiste en una pantalla cóncava de granito de escasa altura y marcado sentido horizontal, que lleva incisos en su superficie dos bajorrelieves escultóricos que -aun situados a los dos lados de la puerta central- no guardan simetría entre sí. De este mismo modo la aparente simetría de la fachada esconde una planta asimétrica dirigida por razones de funcionalidad y por una idea de flexibilidad de los espacios que lleva a la implantación de una red de instalaciones e iluminación sobre las líneas de ventanas y a la construcción de pavimentos contínuos, de modo que las tabiquerías pueden variar de posición sin grandes problemas, pues el espacio se rige en realidad por unidades de “módulo de trabajo” que se corresponden con el ritmo de huecos de fachada. En los espacios interiores se observa asimismo un tratamiento innovador, que recuerda en el empleo de los enlistonados de madera natural y los muebles de madera tapizados en cuadrícula –diseñados por el propio Fisac- al mundo de la arquitectura nórdica de los años treinta y cuarenta, con el que entró en contacto ese mismo año de 1948 a través de un viaje que hizo a Suecia para estudiar instalaciones de experimentación de animales, con vistas al proyecto del Instituto de Investigaciones Biológicas. El descubrimiento de una figura como Gunnar Asplund, y la visita a su obra de ampliación del Ayuntamiento de Göteborg, le dejó una honda impresión y el convencimiento de que había en la arquitectura orgánica que se estaba desarrollando en el norte de Europa unas posibilidades de proyectar más adecuadas a los usos y las técnicas del momento ecuatorial del siglo XX, que los ecos de las arquitecturas de la Italia mussoliniana.
La huella más clara de esa actitud quedó reflejada en el pequeño bar que realizó dentro del Instituto de Óptica para dotar de un rincón distendido de conversación al personal investigador. A partir de un local rectangular, Fisac diseñó un espacio envolvente de paredes curvas y encaladas y techo asimismo curvo y revestido de varillas trenzadas de avellano, que anticipa un estilo que en España nadie antes había realizado, y que en la década siguente de los años cincuenta alcanzó una gran difusión. Los sillones corridos y sinuosos, las mesas y taburetes de madera de fresno en su color, la barra con encimera de ala de avión, la chimenea de forma nasal, las lámparas de luz indirecta ejecutadas en chapa esmaltada o el uso de las plantas naturales, configuran un ambiente de gran unidad formal que recoge las herencias del modernismo y el surrealismo y las filtra por el tamiz del mundo rural para dar lugar a un nuevo estilo, cálido, luminoso y desenfadado, que este arquitecto desarrollará en muchas de sus obras posteriores, especialmente las situadas en el medio agrario.
© del texto Vicente Patón-Alberto Tellería
© de los planos y fotos de época Fundación Fisac
Como autoría de las fotos actuales Ramón Ruíz Valdepeñas 
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